Las épocas de mayor esplendor de nuestra vida son aquellas en las cuales reunimos el valor suficiente para declarar que lo malo que hay en nosotros es lo mejor de nosotros mismos. - Friedrich W. Nietzsche.

sábado, 10 de mayo de 2014

¿Nietzsche?

Cuando empezamos a estudiar a Nietzsche en clase de filosofía me puse a dar palmas debajo del la mesa, imperceptiblemente. Algo sabía ya de Nietzsche antes de comenzar. Que era un autor que había ido contra todo y contra todo, que era crítico con las tradiciones y la realidad y sobre todo que había formulado la famosa frase "Dios ha muerto". Cualquiera que hubiera decidido matar a Dios merecía mi respeto y una porción de admiración.

Es una pena que hayamos tenido tan poco tiempo para estudiar a autores como Marx o Nietzsche, pero es lo que toca. Aún así y a pesar de las pocas clases, descubrimos que Nietzsche no solo había lanzado críticas a diestro y siniestro, sino que también tenía su momento para las palabras buenas. Nietzsche amaba la vida. Y en eso (y en muchas otras cosas) no puedo estar más de acuerdo. ¿Cómo no amar la vida? Es lo único que tenemos y sobre todo, la única que tenemos.

¿Cómo decirle a una monja de clausura que no existe la vida eterna? No puedes. Hay que eliminar la creencia de que hay que vivir esta vida pensando en la siguiente. Hay que vivir esta vida, viviendo realmente vida. No hay otra opción. La vida puede ser tanto nuestro regalo como nuestra condena.

Estoy de acuerdo pues, en que hay que amar la vida y aprovecharla, a nuestra manera, del modo que queremos y sin ceder a ninguna imposición externa.

Hay una parte de la filosofía de Nietzsche que sin embargo, me descoloca. Al dar su explicación de por qué Dios ha muerto alega que los hombres no se atreven a atribuirse a sí mismo cualidades como el poder o el amor...y que por eso se los atribuyen a un ser superior como es Dios. Pero Nietzsche, cuando habla del vitalismo y el sentido dionisíaco de la vida rechaza el amor y la compasión por ser valores propios de los débiles. ¿En qué quedamos? ¿Amor sí o amor no?

En cuanto a la moral de los débiles y los esclavos, no estoy yo muy segura de que los fuertes seamos realmente fuertes. Según la acepción de Nietzsche de la sociedad, los débiles son los esclavos y los fuertes, los ricos, los señores, los que viven con comodidad. Yo vivo con comodidad. Comparada con un agricultor de arroz en China, soy rica...formo parte, pues, de los señores y por tanto, también de los fuertes. Pero ¿soy fuerte?
¿Acaso he tenido que luchar yo por algo en esta vida? ¿Luchar realmente por sobrevivir? ¿No será más fuerte que yo el niño africano, la madre de Bangkok, el minero chileno, la trabajadora de Bangladesh? ¿No serán ellos los fuertes y nosotros los débiles?

Y, por último, ¿qué hay de la justicia? Comprendo y comparto el perspectivismo de Nietzsche. Menos mal que por fin haya aparecido un filósofo que entiende que no hay una única verdad. ¿Cómo puede haberla con 7.000 mill de habitantes que somos en el mundo? Pero, si a la hora de intentar formular juicios objetivos nos es imposible alcanzar esa objetividad a causa del devenir ¿para qué tener jueces? ¿Quién va a juzgar a los criminales con objetividad?

Supongo que Nietzsche sí escribió sobre la justicia y que las dudas son por falta de información. Solo espero seguir aprendiendo más filosofía algún día. Por lo pronto, gracias por el pedacito de conocimiento que nos has proporcionado estos dos últimos cursos.

P.








sábado, 8 de marzo de 2014

Querido Hume:

Estudiando tu crítica a la metafísica tradicional para el próximo examen me he tropezado con tus objeciones al concepto de causa. Comparto tu empirismo, aunque quizás sea demasiado radical para el mundo en el que vivimos hoy en día.
La verdad es que mucha gente se aferra a la frase "todo sucede por una razón" o a muchas de sus variables: "todo tiene un porqué" o "las cosas siempre suceden por algo", como si fuera un bote salvavidas. Coincido contigo en que muchas veces no podemos estar seguros de la conexión que tienen unos acontecimientos con otros (aunque la ciencia va poco a poco respondiendo a nuestras preguntas y desvelando los secretos de la realidad) pero yo voy más allá.

Bien es cierto que no dudo de aquello que es científicamente demostrable, pues creo en la ciencia como la impulsora de la evolución actual y la única certeza que podemos tener. Pero las cosas en la vida cotidiana carecen de razón. El hombre no tiene un destino que esté determinado ni debe aferrarse al hecho de que los acontecimientos que se suceden en su vida están supeditados a una fuerza cósmica superior a nosotros o a una plan maestro fruto de la mente impecable del divino creador.

Muchas de las cosas que nos suceden simplemente no tienen causa ni razón, no son causalidades, sino casualidades y al mismo tiempo son casualidades que no son del todo incausadas pues es la propia persona la que tiene el control de sus actividades diarias, de sus elecciones y sus expectativas. Cada uno rige su existencia según sus principios y según las circunstancias que le ha proporcionado la vida. Que yo haya nacido española es fruto de la casualidad, que muera con una nacionalidad distinta está en mis manos.

Una vez dicho esto, que el hombre es "amo de su destino, capitán de su alma" hay que tener en cuenta que esto es aplicable a cada hombre y a cada mujer. Y que tal y como vivimos en sociedad, nuestra vida depende también de la de los demás. En la sociedad global somos miles de millones de personas, cada uno construyendo su propio camino, sin ser los únicos obreros en este, pues no podemos evitar que nuestros senderos se crucen con los de otras personas y se vean afectados por las mismas, para bien o para mal.

Es parte de la vida y hay que aceptarlo, ya que es parte de la belleza y la carga de estar vivos.

Paula Ducay.

viernes, 31 de enero de 2014

La asíntota de la perfección. (Sto. Tomás)

"En matemáticas, se le llama asíntota a una línea recta que se aproxima continuamente a otra función o curva; es decir que la distancia entre las dos tiende a ser cero (0), a medida que se extienden indefinidamente."

En la ontología tomista el concepto de ser es fundamental. Santo Tomás entiende el ser de la manera más universal posible, considerando que todo lo que existe o puede existir, es ser. La realidad que explica el aquinate es que existen muchos seres y muy distintos y variados. Esto nos lleva a conocer que hay una jerarquía entre los seres, y que el fundamento de dicha jerarquía se basa en la perfección. Es decir, siguiendo los criterios de simplicidad e inmaterialidad, tenemos seres más y menos perfectos que otros.

En la cumbre de todos los seres se encuentra Dios, que será el ser simplísimo, es decir acto puro. Un escalón por debajo se encontrarán los espíritus, seres compuestos de acto y potencia, y en la última escala los seres compuestos de materia y forma.

Lo que me llevó a pensar en las asíntotas cuando nos explicaron esto en clase de filosofía, fue el hecho de que, según la teoría del acto y la potencia, el ser en acto es el que tiene la existencia, y el ser en potencia, el que puede llegar a tenerla. Así, nosotros nunca llegaremos a ser acto puro, pues según Santo Tomás, solo Dios lo es. Seremos como una asíntota que se aproxima constantemente a una función, que sería Dios, pero que nunca puede llegar a tocarla.

Esto lo explica Santo Tomás defendiendo el hecho de que Dios no puede no existir, porque sin él no existiría ninguna otra criatura. Es decir, Dios es un ser necesario, mientras todos nosotros somo contingentes, prescindibles. Dios es el ser en que esencia y existencia confluyen.

P. Ducay

La fuente del mal.

Según el filósofo cristiano San Agustín de Hipona, Dios ha creado el mundo y todos sus elementos, a partir de la nada, es decir, Dios es causa única de todo ser. Al hablar de la creación del mundo podemos hablar de su enorme complejidad, de su belleza, de los entresijos y los engranajes de cómo funciona el cuerpo humano, los seres vivos, la infinidad de especies que habitan el planeta... pero también debemos hablar del mal.

El mal es algo inevitablemente intrínseco al mundo, y por tanto, a quien quiera que haya sido su creador. ¿Qué es el mal? Según San Agustín, el mal no proviene de Dios, sino que es producido por los hombres cuando abusan de su libre albedrío. Así, todos los seres en cuanto seres son buenos, y solo existirá el bien. El mal es por tanto privación de bien. San Agustín libra así a Dios de cualquier acusación que le puedan plantear los hombres. Es lógico que un creyente que ve como su vida se vuelve contra él una y otra vez se pregunte por qué su Dios le estará castigando de esta manera.

La respuesta que da San Agustín a esto es que Dios y todo lo creado por el es bueno, pues Dios es la Bondad y el Ser Verdadero. Por tanto el pecado no puede ser obra de Dios. El pecado procedería del hombre en el mal uso de su libertad.

Ahora bien, dejando a un lado las preguntas de los tan devotos fieles sobre los acontecimientos fatigosos de su día a día, hablemos de otro tipo de mal:

"Entre los siglos VIII y IX se desata en el Imperio Bizantino la lucha iconoclasta. Literalmente, la palabra iconoclasta significa “destrozador de imágenes sagradas”. Esta palabra se ha usado para designar a los enemigos fanáticos del uso y culto a las imágenes.

Se condena el uso de las imágenes en la iglesia con el pretexto de que se puede caer en el error de la idolatría; en el año 729 se desencadena la lucha cuando los partidarios del Emperador destruyen una famosa imagen de Cristo provocando con esto una reacción popular. Se destruyen muchas imágenes, se cortan las manos a los pintores de iconos, se produce una persecución con destierro, prisión, tortura y martirio a los defensores de los iconos."

Supongo que todos, ateos y creyentes, coincidimos en que una guerra es una expresión del mal. Esta guerra, ¿dónde tiene su origen? ¿No son acaso fieles, creyentes, devotos, peleándose los unos contra los otros, luchando por una causa cuyo único origen es la religión?

Las guerras iconoclastas son sólo un ejemplo de cómo la religión puede ser origen del mal. Quizás San Agustín me respondiese que Dios no es responsable de ello, pues son los hombres quienes construyeron las religiones y su fanatismo, pero la realidad del momento es que hoy en día se siguen cometiendo atrocidades en defensa de la religión. Puede que no sea la cristiana, pero aún así sigue siendo imperdonable.

La religión provoca más problemas de los que resuelve.

P. Ducay.